CHINA Y ESTADOS UNIDOS: ¿UN NUEVO ORDEN BIPOLAR?
La República Popular China (en adelante, China) consiguió un lugar de importancia dentro del sistema internacional, formalmente desde 1971, año de su ingreso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Hoy en día, muchos la consideran ya una segunda superpotencia, al lado de Estados Unidos, dado su peso económico en el escenario global.
China, desde la revolución con Mao Tse-Tung en 1949 y las políticas de reforma implantadas por Deng Xiaoping en 1978, ha sufrido grandes cambios en un tiempo relativamente corto. Su desarrollo económico no sufrió mella con la crisis de 2008, sino más bien le sirvió como una oportunidad para seguir creciendo, con lo cual su poder real significa actualmente un cuestionamiento del mundo unipolar liderado por Estados Unidos desde 1991.
Durante muchos años, China ha observado a los Estados Unidos como un ejemplo a seguir no solo para el crecimiento económico que le brinda prestigio, sino también para generar un correlato influyente en el exterior, mediante la difusión de su lengua y manifestaciones culturales. El apoyo de Estados Unidos a China fue importante en su ascenso meteórico de las últimas décadas, inicialmente dándole reconocimiento oficial al gobierno comunista chino en 1979 y ayudando a paliar el efecto de las sanciones internacionales tras la matanza de Tiananmen en 1989.
Sin embargo, en los últimos años, la rivalidad entre China y Estados Unidos, cuya competencia está centrada en la supremacía tecnológica y económico-comercial, en el escenario principal conocido como área Asia-Pacífico, ha atraído desde marzo de 2018 la atención de todo el mundo, tal como aconteció en el siglo XX con la “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (en adelante, URSS).
La Guerra Fría y la bipolaridad entre Estados Unidos y la URSS fue una situación de tensión continua que emergió con fuerza en la inmediata posguerra y que enfrentó, en primer lugar, dos superpotencias. Más allá de estos dos bloques, se encontraba el Tercer Mundo (los países no alineados), pero sus respuestas a los conflictos estaban realmente condicionadas por alguno de los dos bloques. La tensión permanente entre estas dos potencias se puso en marcha a través de la amenaza militar constante, tanto convencional como nuclear, junto a la confrontación ideológica y la guerra económica. En ese sentido, la Guerra Fría alteró profundamente el tejido social, económico y político del conjunto de países que forman la sociedad internacional y alteró la psicología colectiva de los pueblos.
Actualmente, la crisis económica que existe en Estados Unidos y Europa no se debe al crecimiento económico chino, sino a cuestiones internas, por lo que las decisiones tomadas por Estados Unidos en la llamada “guerra comercial” no serían más que una estrategia que busca mantener el poder bajo el orden que fue establecido por el mismo Estados Unidos, a través de los principios y organizaciones internacionales aceptados por la comunidad internacional, luego de 1945.
Frente a ello, tomamos la reflexión de Joshua Goldstein, quien señala que “la hegemonía es la capacidad de un estado de dictar, dominar las reglas y acuerdos a base de los cuales se conduce las relaciones internacionales”. Al mismo tiempo, Ian Clark señala que “el funcionamiento del orden internacional ha dependido del rol jugado por uno o más actores centrales, que han sido responsables del mantenimiento de las instituciones del orden internacional”. Asimismo, Javier Alcalde sostiene que los elementos principales que componen la hegemonía dentro del orden internacional son diversos como la preeminencia militar, el posicionamiento económico en la economía mundial, y sobre todo una amplia aceptación de principios e ideologías que puedan mantener el clima hegemónico de un país o de varios países.
Sin embargo, hoy en día, el sistema unipolar liderado por Estados Unidos, y el surgimiento de China como candidato para una nueva bipolaridad, por su fuerte posicionamiento en la economía mundial, lleva a repensar si realmente se está desarrollando un nuevo orden bipolar o el mundo está encaminado más bien hacia la multipolaridad. Cabe resaltar que China no cuenta con la capacidad militar de Estados Unidos y se ha adecuado a las diversas instituciones del sistema internacional (aunque, en algunos casos, ha creado alternativas de las mismas), además que no cuenta con un componente de poder duro, pues prefiere optar por asociaciones, no alianzas, salvo el caso de Rusia, por cuestiones netamente históricas.
No obstante, Estados Unidos sí cree que China pretende alterar el orden ya establecido. Esta concepción sesgada ha permitido la creación de políticas comerciales que frenen tal avance para así mantener el statu quo. Además, Estados Unidos, en la actualidad, viene ejerciendo un rol que desacredita a China, puesto que la acusa de haber manipulado información sensible con respecto al virus COVID-19, por lo cual ha impactado negativamente en la población y economía mundiales. Asimismo, Estados Unidos ha aplicado sanciones frente al avance de la tecnología 5G, argumentado que la implementación de la misma afectaría la seguridad nacional de los Estados, con lo cual se comienzan a generar bloques a favor de una u otra potencia.
En los próximos años, China podría ser considerada como la segunda súper potencia, con sus propias reglas, centradas en los campos económico y tecnológico. Es importante mencionar que la política exterior de China es a largo plazo y las acciones realizadas en cuanto a los acuerdos de integración económica y cooperación, especialmente con países latinoamericanos y africanos, permitirían consolidar sus objetivos, pero no desde un punto de visto hegemónico, tal como Estados Unidos ejerce hoy en día.
Además, Estados Unidos, al haberse convertido en garante del actual orden internacional, no puede controlar los efectos de las reglas de su propio sistema, con lo cual existe un respeto implícito por las naciones que surjan con valores e ideología distintos, aunque ceñidas a lo ya consensuado, tal como es el caso de China. De esa manera, lo más probable es que el enfrentamiento entre China y Estados Unidos siga en clave retórica y no pase a una situación de conflicto armado en el futuro próximo, teniendo en cuenta además que existen otros actores tal como la Unión Europea o los pujantes países asiáticos, los cuales rechazarían una situación de escalada. Además, tal situación acarrearía una inestabilidad mundial sin precedentes, ya que tanto Estados Unidos como China poseen armas nucleares, y su utilización implicaría la violación de importantes principios como el mantenimiento de la paz y el bienestar de las naciones.
A manera de conclusión, la hegemonía se logra y también se deshace lentamente. La hegemonía de Estados Unidos está en crisis, pero no acabada, y el mundo se dirige más a un orden multipolar, dentro del cual China busca afianzarse y utilizar a la vez para asentar un nuevo orden bipolar. Esta aspiración se apoya en el corto plazo en tres elementos: en la influencia que ejerce China en otros países mediante su gran capacidad económica, no solo para los negocios, sino también para las inversiones; en un mayor entendimiento de los valores chinos, mediante el intercambio educativo y difusión cultural a través de sus centros culturales en numerosos países; y, por último, en la integración comercial y de infraestructura que implicaría el éxito de la iniciativa de la Franja y la Ruta con los países europeos, africanos y latinoamericanos.
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