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¿DESGLOBALIZACIÓN O SIMPLE AISLACIONISMO?



Introducción: Anthony McGrew señala que la “globalización” constituye una “Multiplicidad de vínculos e interconexiones que trascienden a los Estados-nación (y por consecuencia a las sociedades) que conforman el sistema mundial moderno. Define un proceso mediante el cual los acontecimientos, las decisiones y las actividades en una parte del mundo pueden llegar a tener una consecuencia significativa para los individuos y las comunidades en partes bastante distantes del globo”[3].


El sociólogo francés Herbert Marshall McLuhan[4] sugirió, en 1962, la idea de una “aldea global” (“Global Village”), que es generalmente empleada para definir el fenómeno de la “globalización”. De manera similar, el filósofo francés Paul Valery escribió, en 1945: “Ahora comienza la era del mundo finito”, describiendo de esta forma la manera cómo la globalización es generalmente concebida en la actualidad. Asimismo, es posible encontrar diversas descripciones similares de un “mundo global” en la literatura del siglo XIX[5].

 

La “desglobalización”, por su parte, es un término acuñado por Jacques Sapir, en su obra “La démondialisation”[6], en la cual, en suma, desarrolla la posibilidad de un proteccionismo por agrupaciones de países con un nivel de desarrollo similar, sobre la base del entendimiento que la globalización –en sus dimensiones comercial y financiera– no ha permitido el crecimiento económico. Para Sapir, la globalización serviría para hacer creer en falso un desarrollo del comercio, en virtud de la explosión de grandes grupos de centros de producción, del desarrollo de la tercerización y la deslocalización[7] de al menos una parte del proceso de producción. Este desarrollo artificial del comercio ha permitido una presión muy fuerte sobre los salarios en los países desarrollados.


En el aspecto financiero, los países en desarrollo, a partir de Bretton Woods, no se han beneficiado del aparente desarrollo de las economías occidentales, en tanto se vieron obligados a preservar el equilibrio de su balanza de pagos, maximizando las exportaciones para compensar la necesidad de acumular reservas en el contexto de tipos de cambio flotantes. El desarrollo económico se ha orientado, de esta manera, hacia el exterior y no al aumento de la riqueza ni el bienestar dentro de estos países. En consecuencia, la globalización favorecería únicamente a una minoría más o menos extensa que acapara cada vez más una mayor parte de la riqueza creada.


Entonces, la “desglobalización” podría definirse como un retorno a fuertes reglamentaciones financieras, que graven particularmente los movimientos de capitales a corto plazo, y a reglas que aseguren que la competencia se produzca, no entre sistemas sociales diferentes, sino entre sistemas sociales comparables. También pasaría por implementar reglas sociales y ambientales más avanzadas, así como destinar el nuevo exceso de la recaudación tributaria y aduanera a tales fines. Esta sería la única manera de luchar contra los daños del libre comercio. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja, e implica, entre otros factores, la interdependencia de las economías.


Las principales críticas consisten en que se centra en la globalización del mercado y el libre comercio en lugar de la globalización de la productividad, Sapir privilegia la visión de un mundo en el que se enfrentan los países desarrollados y los países emergentes, subestimando el papel de las empresas transnacionales[8]. Sin embargo, gran parte de las exportaciones de China se realizan mediante Joint Ventures, es decir, por empresas que asocian capitales chinos y extranjeros. De igual manera, es posible discutir la pertinencia de un proteccionismo fiscal que no ataca el origen del fenómeno, sino que intervendría después, cuando el mal –en este caso, la deslocalización– de alguna manera ya está hecho[9].


Sin embargo, el presente artículo no pretende centrarse en las referidas propuestas, en las posibles medidas, en los mecanismos, en la explicación del cómo, sino fundamentalmente en el fondo, en el idea general que representa esta teoría un tanto atrevida; básicamente, en rebatir la afirmación que Sapir hiciera en un reciente artículo publicado en Le Figaro: “Donald Trump, président de la démondialisation?”[10], en el sentido que la desglobalización parece hoy en día inevitable[11].


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